Una sola palabra nacida de tu voz, pero no una palabra cualquiera. Esa. La que podrá salvarme. Ni siquiera pertenecemos aún a ella. La necesito, invéntala, ofrécemela. Es lo preciso para sobrevivir a la ciega embestida de la noche.
sábado, 22 de septiembre de 2007
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