domingo, 21 de octubre de 2007

Esto hay que reescribirlo, ya.

Mario se encontró una nota en la puerta que decía“Te estoy preparando una sorpresa así que olvídate de la llave y llama al timbre. Si me estropeas la sorpresa salimos en las noticias. Eva, the tripper.”Cualquiera le lleva la contraria, pensó Mario mientras seguía escrupulosamente las órdenes de la asesina en serie. “¿Quién llama?” escuchó llegar tenuemente del otro lado. “Soy Brad Pitt. Se me ha estropeado el coche y me preguntaba si me dejaría hacer usted una llamada”. Eva abrió la puerta y mientras lo besaba decía: “mi chico es un payaso”. Al fondo, podía verse que Eva había organizado una comida como Dios manda, a la que no le faltaba detalle.--Esta tarde—comenzó a decir Eva-- he pasado por el mercado y he comprado algo de Herbie Hancock, que tanto te gusta. Lo encontré por casualidad y no pude evitar hacerme con él. Luego he pensado que estos últimos días he estado un poco ausente y esta (mostrando el apartamento, las velas, la mesa...) es mi manera de pedirte disculpas y de agradecerte que me soportes. No sabría muy bien qué hacer sin ti.--No tienes que pedir ninguna disculpa—contestó Mario tomándole las manos--. En realidad la gratitud ha de ser recíproca. ¿Qué puedo decir? Anda rápido a poner esa música, destripadora.La música comenzó a sonar mientras Mario llenaba las copas de vino y se sentaba en el sofá. No pasó mucho rato hasta que se miraron y Eva constató que había algo de extraño en esa música.--Es un poco diferente esta música respecto a la que solemos escuchar, ¿verdad?--Sí, bastante.—contestaba medio enfadado Mario-- De la época electrónica. Puto órgano Hammond. ¿Nadie ha sido capaz de decirle a este tipo que se podía meter ese instrumento entre nalga y nalga?--Realmente lo siento. Al final, por lo visto, no he comprado un compacto sino un posavasos.--Y de los caros—dijo Mario entre sonrisas--. No te preocupes. Yo sabes que te quiero igual.Finalmente, sacaron el CD del aparato musical y lo llevaron ordenadamente a un rincón donde yacían, subsistiendo entre manchas de vino, los discos condenados de la música esperando su botella prometida. Se rieron y conjuntamente le dedicaron una pedorreta al señor Hammond, a Herbie Hancock, al jazz electrónico y a la madre que lo fundó.

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